La verdadera medida del liderazgo es la influencia. No por ser el mejor, por ser el que más sabe, por ser el director o gerente, es decir, por tener la posición en el organigrama, la gente lo considerará un líder. El liderazgo no se transmite, se gana; para que verdaderamente la gente le siga ya sea por convencimiento o por curiosidad, necesita ganarse la posición, el respeto, la confianza y la admiración, solo entonces, podrá influir en la gente y sus resultados.
La influencia determina la efectividad de un líder. El liderazgo efectivo no está determinado por un título o antigüedad, sino por cuánta influencia tiene el líder con los demás. La capacidad de influir en los demás determinará el éxito o el fracaso del líder y la organización.